Desde el Arzobispado de Sevilla, me solicitan un andamio para la restauración del retablo mayor de la Parroquia de Santa María del Viso del Alcor, un proyecto cofinanciado con el ayuntamiento de la localidad con el que pretenden devolverle todo su esplendor.
En la primera visita que realizo al templo, cuando accedo al presbiterio, me llama la atención dos lienzos de grandes dimensiones que flanquean este retablo y que representan a Santa Catalina y la Estigmatización de San Francisco, de autor desconocido son de estilo veneciano y están datados en el siglo XVII, en ellos destaca su luminosidad y el esmero en su ejecución.
El retablo Mayor es Neoclásico, obra de Ramón González Guisado, responde a la austeridad compositiva y sobriedad ornamental propia de este estilo.
Se organiza en sotobanco, banco, dos pisos y un entablamento con potente cornisa sobre la que se dispone un austero ático rematado por un cupulín. Verticalmente se divide en tres calles articuladas por columnas corintias de fuste liso y doble cuerpo de altura. En el primer piso se dispone centrado el camarín y dos hornacinas laterales, columnas menores de estilo jónico enmarcan estos espacios. El segundo presenta tres hornacinas de menor altura.
El conjunto se decora con policromía imitando el efecto del mármol con la presencia de relieves y guirnaldas.
El programa iconográfico original ha desaparecido y sólo perdura la imagen titular del templo, Santa María del Alcor, obra del imaginero Manuel Cerquera Becerra (1939) y que es réplica de la imagen tardo-gótica destruida en 1936, así como el Lignum Crucis que se sitúa en el segundo cuerpo.
La disposición arqueada de su planta con sus columnas centrales que sobresalen de las laterales, nos lleva a diseñar un andamio un tanto especial. Se hace imprescindible un estudio previo y una medición exhaustiva para el diseño de la estructura del andamio a instalar. Una vez dibujado los diferentes elementos que lo componen, distribuiremos los espacios que se crean entre estos para proceder a tapar los huecos con los elementos que configuraran el andamio en sus diferentes alturas. Es imprescindible que, una vez terminada la estructura, los restauradores tengan acceso a toda la superficie a intervenir sin la preocupación de la existencia de rendijas que puedan provocar un accidente.
Para librar la mesa del retablo utilizaremos una viga de celosía que desplace el apoyo del pie central a los laterales.
Como siempre recurriremos a una técnica depurada durante años, en la que partiremos de una estructura con vanos de máxima anchura 3.00+3.00, para adaptarnos a los entrantes en el frente del retablo.
En esta ocasión el uso de medidas métricas de nuestro sistema nos va a llevar a combinar vanos de 0.75m que nos dividen los dos módulos de 3.00m y que a su vez nos permiten librar el ancho de las columnas e introducirnos entre los espacios de las hornacinas y el camarín.
El acabado perfecto de la estructura nos permite certificar un andamio que no ha tenido que ser revisado ni modificado posteriormente a petición de los restauradores, pese a la dificultad del trabajo y el emplazamiento.
La parroquia de Santa María del Alcor se sitúa en la zona más alta del pueblo, el aspecto actual es fruto de sucesivas ampliaciones que se van produciendo a lo largo de los siglos.
Conserva un cuerpo central mudéjar de finales del siglo XIV o principios del XV. Se organiza en tres naves soportadas por arcos ojivales que descansan en pilares de ladrillo. La nave central se cubre con una armadura de madera de par y nudillo.
En 1581 Fernando de Saavedra, señor de la villa, se convertirá en patrono de la iglesia con la potestad de colocar sepulcros para él y sus ascendientes y descendientes, realizando una donación anual de 6000 maravedíes. Se hará cargo de la construcción de una capilla para tal fin que se terminará en 1594.
Los restos de su padre, Juan de Saavedra, serán trasladados a la iglesia y sepultados en dicha capilla. Poco después se coloca un retablo del que aparece referencia en un inventario de 1597, y se dará por terminada a finales del siglo XVI.
En 1624 el templo sufre un gran incendio en el que muy posiblemente se perdiera dicho retablo y la imagen original de la Virgen titular del templo.
Este retablo fue sustituido por otro de mayor tamaño, pues cubría todo el frente de la capilla, que se construiría de obra y sería cubierto con yeso dorado.
A finales del siglo XVI o principios del XVII se amplía el cuerpo principal y se construye el campanario, se añaden dos tribunas laterales en el tramo delantero que conforman un pequeño crucero.
A principios del XVIII se amplió la cabecera, construyendo un gran presbiterio cubierto con bóveda vaída. Para adaptar la estructura ojival a la nueva cabecera se rompen por el centro las ojivas inmediatas a la cabecera, que se prolongan en forma de arbotante. Además, se construyeron la sacristía y varias salas en la parte posterior del altar mayor y se reformó el chapitel de la torre.
No hay información alguna de la desaparición del retablo construido en el siglo XVII, pero en 1820 se construirá el que ha llegado a nuestros días de estilo neoclásico, obra de Ramón González Guisado, responde a la austeridad compositiva y sobriedad ornamental propia de este estilo.
Se organiza en sotobanco, banco, dos pisos y un entablamento con potente cornisa sobre la que se dispone un austero ático rematado por un cupulín. Verticalmente se divide en tres calles articuladas por columnas corintias de fuste liso y doble cuerpo de altura. En el primer piso se dispone centrado el camarín y dos hornacinas laterales, columnas menores de estilo jónico enmarcan estos espacios. El segundo presenta tres hornacinas de menor altura.
El conjunto se decora con policromía imitando el efecto del mármol con la presencia de relieves y guirnaldas.
El programa iconográfico original ha desaparecido y sólo perdura la imagen titular del templo, Santa María del Alcor, obra del imaginero Manuel Cerquera Becerra (1939) y que es réplica de la imagen tardo-gótica destruida en 1936, así como el Lignum Crucis que se sitúa en el segundo cuerpo.
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